Si te gusta el cine de los años 40 y toda su estética, te gustarán los cuadros de Edward Hopper. Este, es uno de mis pintores favoritos y la imagen siguiente es mi preferida, la tengo colgada en mi habitación.
A continuación os adjunto un artículo que hizo Anka Moldovan , publicado en el número 8 de KANE 3 en mayo del 2006.
Cine de Nueva York (New York Movie), 1939. Óleo sobre lienzo, 81,9 X 101,9 cm. Nueva York, Collection of Museum of Modern Art.
A continuación os adjunto un artículo que hizo Anka Moldovan , publicado en el número 8 de KANE 3 en mayo del 2006.
Cine de Nueva York (New York Movie), 1939. Óleo sobre lienzo, 81,9 X 101,9 cm. Nueva York, Collection of Museum of Modern Art.
" Estamos en el interior de un cine. Un cine pintado por Edward Hopper: el pintor del silencio, del aire y la luz. La escena parece estar pintada desde una de las butacas de la sala. Sólo Hopper se permite inundar de oscuridad un lienzo para desviar (intencionadamente) nuestra retina a la parte derecha de la obra, donde en definitiva, late el corazón del cuadro. Late el corazón de la protagonista. Sí; esa inmensa penumbra nos permite reconocer que en la esquina superior se proyecta una película, seguida por atentos espectadores, pero este fragmento casi desaparece en esa monumentalidad del interior. Asimismo, la oscuridad deja entrever que el cine es muy elegante, dotado de generosos volúmenes y de una calidez arquitectónica bellamente iluminada por esbeltas lámparas y cortinajes de terciopelo. Y frente a éstos, la acomodadora: absorta, ausente, iluminada por un haz de luz tan descarnada que entra a raudales y baña esa parte de la sala con unos contrastes acentuados de claroscuros que hasta permite oír los gritos del rojo intenso de la cortina, de la mejilla y lamparitas. Nunca se había pintado una luz así. Una luz tan bien arrojada que expresa una atmósfera de incomunicación y aislamiento que ha fascinado a maestros de la iluminación y cinematografía.
Edward Hopper: el pintor de las miradas perdidas, de las esquinas sin vuelta.
Hopper concebía a las figuras de sus cuadros como si fueran personajes de una película. Creó narraciones con sus cuadros. Consiguió dar forma al universo interior de sus personajes. El universo femenino, con su momento de intimidad, a través de un instante robado, ha fascinado desde siempre a escritores, cineastas, músicos. Hopper, hace de la mujer la representación de la alienación y opresión del mundo que vive. A través del rostro crea una sensación. No muestra detalles de la cara porque no es lo importante para activar nuestra respuesta emocional. Él nos ha dejado la imagen de una mujer sin nombre, ensimismada, que mientras reclina una mano sobre su mejilla, la hace imagen poderosa para averiguar qué secretos guarda... Impulsivamente nos llevamos un trozo de su alma, cuyo misterio ya nunca nos dejará de intrigar. ¿En qué estará pensando? Edward Hopper: el pintor de mujeres solitarias en sepulcros urbanos. Trenes, cafés, cines, bares, habitaciones con vistas. Una sociedad amarga de colores dulces o amargos colores para instantes dulces. Pese a la contundencia pictórica de la escena, pese a la materialidad de esos colores luminosos, pese a la ausencia con que nos atrapa esa figura, la tela parece esconder algo, como ocurre en la poesía china o japonesa, cuyos versos sugieren más que enseñan. El pintor no renuncia a la representación de la vida como un espacio palpitante, a la visión del amasijo emocional que configura la trayectoria humana.
Edward Hopper: el pintor obsesionado por las mujeres perdidas en sí mismas.
Supo adentrarse magistralmente en ese mágico pozo íntimo de nuestra soledad, que significativamente tiene nombre femenino. La lista de películas que beben en aguas hopperianas es interminable, pero hay algunas en las que salta a la vista desde los primeros planos. Terciopelo azul, por ejemplo, con la que David Lynch mimetizó esa exploración implacable de las corrientes subterráneas. La sombra de una duda (1943), de Alfred Hitchcock. O Ángeles sin brillo (1957), obra de Douglas Sirk.Decir Hopper significa minimalismo para una expresividad máxima. Soledades. Encuentros y desencuentros. La luz como carcelera de un clima, el ser humano enjaulado... Hopper significa cine pintado."
(Anka Moldovan)
Edward Hopper: el pintor de las miradas perdidas, de las esquinas sin vuelta.
Hopper concebía a las figuras de sus cuadros como si fueran personajes de una película. Creó narraciones con sus cuadros. Consiguió dar forma al universo interior de sus personajes. El universo femenino, con su momento de intimidad, a través de un instante robado, ha fascinado desde siempre a escritores, cineastas, músicos. Hopper, hace de la mujer la representación de la alienación y opresión del mundo que vive. A través del rostro crea una sensación. No muestra detalles de la cara porque no es lo importante para activar nuestra respuesta emocional. Él nos ha dejado la imagen de una mujer sin nombre, ensimismada, que mientras reclina una mano sobre su mejilla, la hace imagen poderosa para averiguar qué secretos guarda... Impulsivamente nos llevamos un trozo de su alma, cuyo misterio ya nunca nos dejará de intrigar. ¿En qué estará pensando? Edward Hopper: el pintor de mujeres solitarias en sepulcros urbanos. Trenes, cafés, cines, bares, habitaciones con vistas. Una sociedad amarga de colores dulces o amargos colores para instantes dulces. Pese a la contundencia pictórica de la escena, pese a la materialidad de esos colores luminosos, pese a la ausencia con que nos atrapa esa figura, la tela parece esconder algo, como ocurre en la poesía china o japonesa, cuyos versos sugieren más que enseñan. El pintor no renuncia a la representación de la vida como un espacio palpitante, a la visión del amasijo emocional que configura la trayectoria humana.
Edward Hopper: el pintor obsesionado por las mujeres perdidas en sí mismas.
Supo adentrarse magistralmente en ese mágico pozo íntimo de nuestra soledad, que significativamente tiene nombre femenino. La lista de películas que beben en aguas hopperianas es interminable, pero hay algunas en las que salta a la vista desde los primeros planos. Terciopelo azul, por ejemplo, con la que David Lynch mimetizó esa exploración implacable de las corrientes subterráneas. La sombra de una duda (1943), de Alfred Hitchcock. O Ángeles sin brillo (1957), obra de Douglas Sirk.Decir Hopper significa minimalismo para una expresividad máxima. Soledades. Encuentros y desencuentros. La luz como carcelera de un clima, el ser humano enjaulado... Hopper significa cine pintado."
(Anka Moldovan)
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